Las blancas montañas cubiertas de nieve; esquiadores y raiders deslizándose por las pistas y laderas durante todo el invierno; niños jugando a lanzarse bolas blancas muertos de la risa. Todo eso hoy casi no está, y no es por culpa solo de la pandemia que no se pueda ir a los centros de esquí, sino que debido a que prácticamente no hay nieve. Al momento de escribir esta nota, solo ha llovido dos veces en Santiago durante este año, una en enero y otra hace algunas semanas. Ambas lluvias torrenciales, pero que como así llegaron, así se fueron para no regresar.
De acuerdo a un informe elaborado por la Universidad de Santiago, la zona norte y central de la cordillera de los Andes presenta un déficit de 60% de nieve, descendiendo la cobertura de 4.812 km2 a 2.018 km2. Esto es aún más grave si se considera que gran parte del agua que bebemos y utilizamos viene de los deshielos, por lo que pronto podríamos estar enfrentando programas de racionalización de agua, algo que ya ha ocurrido en otras partes del mundo, como en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, donde estuvieron cerca de quedarse sin agua potable hace unos meses.
De acuerdo al estudio, la cordillera de los Andes es una de las zonas más vulnerables al cambio climático, retrocediendo en los últimos 30 años una superficie de 1.200 km cuadrados, lo que equivale a dos veces el área de la ciudad de Santiago. Si bien esta pérdida se daba en los meses más calurosos, hoy este fenómeno ha continuado en invierno, y con temperaturas que han llegado a los 25 grados en junio, todo hace temer que este año el fenómeno sea peor que nunca, en especial en la Región Metropolitana y en la de O’Higgins.
Solo la disminución del CO2 en la atmósfera detendrá el avance del calentamiento climático, así que te invitamos a informarte y tomar las medidas para causar un impacto antes que nuestras montañas solo sean un montón de tierra y rocas y nada de nieve.
